El doctor House del deporte


Entre los deportistas, hablar de Sakari Orava es hablar de milagros. Este doctor finlandés se ha convertido en las últimas décadas en el último recurso de cientos de deportistas de los más diversos países y distintas disciplinas. Para el doctor Orava, son solo pacientes. Para los pacientes, es un auténtico mago de la medicina.Seguir Leyendo...

Hace unos años, Marta Domínguez estuvo a punto de dejar la competición y el atletismo debido a un grave lesión en el tendón de Aquiles. La palentina deambuló por un sinfín de especialistas, pero ninguno de ellos daba con la solución adecuada a su problema. Y ni corta ni perezosa se presentó en la Clínica Mehilainen, en la pequeña localidad finlandesa de Turku. Allí, el doctor Sakari Orava dio con la solución y la campeonísima Marta Domínguez prosiguió su carrera de éxitos.

Por la consulta del sexagenario doctor finlandés han pasado atletas de la categoría de Gerbreselassie, Fredericks, Lamela, pero también futbolistas de los más variopintos equipos. Así, Van Basten, Deschamps, Guardiola o el madridista Woodgate, ahora por fin recuperado en la 'Premier League', también tuvieron que recurrir a los servicios del doctor Orava para solucionar sus problemas tendinosos o musculares y proseguir con total normalidad sus respectivas carreras.

El doctor Sakari Orava fue médico de la selección olímpica finlandesa y posee una casa en la Costa del Sol, por lo que sus visitas a España son muy frecuentes, tanto para las consultas con su amigo el doctor Guillén, como por sus visitas al sol de Málaga.

"Es muy paternal, muy humilde, como casi todos los profesionales que lo son en su campo, él te da un trato muy cercano, muy cariñoso», recuerda Marta Domínguez, para quien Orava "es como un Dios".

En el verano de 2004, la palentina deambulaba de consulta en consulta, viendo los JJOO por televisión. Le dolía el talón. Nadie le veía la rotura. "Le conté cómo era el dolor y, sin ver la resonancia magnética, me dijo: 'Ese tendón está roto longitudinalmente'". Así que, confirmado el diagnóstico intuitivo con las pruebas visuales, Marta viajó a Turku, y el médico le hizo un hueco entre las operaciones que tenía programadas para ese día. "Tardó media hora en arreglarme el tendón, y en Palencia tardaron 45 minutos en quitarme los puntos", recuerda la palentina, a la que Orava ha devuelto la vida deportiva, cristalizada por última vez el pasado día nueve, medalla de oro en el Europeo de cross.

Marta conoció entonces una ciudad, Turku, que de no ser por Orava pocos situarían en el mapa. Allí está la clínica Mehilainen, donde opera a sus pacientes siempre y cuando no ocurre como en el caso de Guardiola, cuando el Barcelona corrió con los gastos que generaban Orava y todo su equipo al desplazarse a Barcelona para operar al futbolista. "Siempre está dispuesto. A veces le hemos llamado un lunes y la operación estaba lista para el jueves", desvela Alonso.

"Sí, claro que recuerdo a Marta. En realidad, recuerdo a todos los deportistas a los que he tratado. Es más, a todos los pacientes. Quizá no por el nombre, pero sí en cuanto les veo la cara", sonríe un hombre que ama España, al que le encanta, dice, la paella, y que decidió comprar un apartamento en Fuengirola después de descubrir la Costa del Sol hace más de tres décadas. Aquí pasa temporadas de dos, tres semanas; cuatro o cinco veces al año. El jueves estuvo en Madrid con un ojo puesto en el reloj. Debía tomar el avión de vuelta a Málaga, donde ya le esperaba su primera nieta, Julia, para pasar la Nochevieja junto al resto de la familia.

Es uno de los mayores expertos del mundo si de tendones se habla. "Hay muy buenos especialistas en España, pero yo llevo muchos años, he hecho muchas operaciones, he visto muchos casos, y esa experiencia es la que me hace tener las cosas bastante claras cuando me enfrento a un caso", afirma alguien que terminó medicina (1972) y se especializó en deporte (1986). Ha estado en cuatro Juegos Olímpicos como jefe médico de la selección finlandesa (Seúl, Barcelona, Atlanta y Sydney) y hoy colabora, entre otras muchas instituciones, con la Federación Española de Atletismo. "El 80% de los casos los podemos resolver nosotros", cuenta Alonso, "pero hay un 20%, cuando se prolongan o la cuestión no está clara, que recurrimos a él". Es el doctor House del deporte.

En la agenda de todos los grandes clubes de fútbol europeos está su nombre y su teléfono. "No tengo ningún secreto", insiste. "Es una institución", insiste Pedro Guillén, que matiza: "Y, aparte de eso, es mi amigo".

De entre todos los atletas que lo han visitado, el doctor Orava guarda un recuerdo especial de Haile Gebreselassie. El mejor fondista de todos los tiempos lo llamó por teléfono durante los Juegos Olímpicos de Atenas. Se conocieron a los pocos días. Cinco semanas antes de aquella cita, el hoy plusmarquista mundial de maratón (2:04.26, en Berlín, el 30 de septiembre pasado) se había lesionado el talón de Aquiles.

El galeno no lo recuerda por la dificultad de la lesión, ni tampoco por la operación a la que se sometió en Helsinki, el 9 de septiembre de aquel año. "He conocido a muchos deportistas famosos, pero el que más me impresionó fue él. Es una persona muy modesta, amable, muy educado y que me dio las gracias miles de veces", explica cuando se le pregunta si alguno de sus pacientes le había marcado de una forma especial. "Me prometió que ganaría la medalla de oro en el maratón de Pekín", desvela el galeno.

"¿Cuál es el caso más difícil al que se ha enfrentado?". No se lo piensa mucho: "El de Guardiola". Una rotura parcial del tendón proximal del bíceps de la pierna izquierda. Después de nueve meses arrastrando dolor, de enfrentamientos entre los médicos del Barça y los galenos de confianza del jugador, todos estuvieron de acuerdo: el hombre a consultar era Orava. "Era una rotura difícil de detectar, había tenido muchas en la misma zona", explica, sin entrar en la media docena de médicos españoles que tuvieron el caso en sus manos, aplicando métodos conservadores, jugando y parando, jugando y parando. "Le operé en Barcelona, no fue una operación difícil, y a los cuatro meses estaba perfecto", recuerda Orava refiriéndose al verano de 1998. ¿Lo peor? "Cuando al terminar la operación tuve que dar una rueda de prensa. Había por lo menos 30 periodistas".



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